El artículo que Diagonal se negó a publicar, ha sido publicado en una versión ampliada por la prestigiosa revista gallega Tempos Novos, en su número de mayo dedicado a la democratización de las ciudades. Bajo la firma de Digital2 hemos explicado en qué consiste la estrategia tecnotroyana de D3 para lograr una auténtica democracia. Agradecemos a este medio que se haya hecho eco de algo que el pretendidamente libertario bimensual Diagonal excluyó injustificadamente de sus páginas de debate.
Reproducimos aquí el texto en su primitiva versión en castellano:
Cómo poner en marcha la Democracia Directa
En un reciente artículo publicado en Diagonal Gonzalo Palomo Guijarro derivaba de la crisis de legitimidad de la democracia representativa (DR) y el desprestigio asociado de la clase política, la inadecuación para las izquierdas de la vía electoral. Por contra, yo considero que es precisamente esa crisis la que hace más necesaria que nunca la participación de la izquierda en las elecciones, pero de una forma absolutamente distinta a la planteada hasta ahora y con un objetivo radical: introducir en el sistema representativo la democracia directa (DD). Para ello, el acceso a las instituciones —y al amplio abanico de posibilidades de acción que ofrecen— no debe hacerse como hasta ahora como partidos —con un programa y unos representantes concretos— sino como “anti-partido” que trasmita automáticamente la voluntad ciudadana en cada momento. Se trataría de introducir mediante un “caballo de Troya” tecnológico la DD en el sistema representativo, de “subvertirlo” desde dentro, cual virus democrático.
La apuesta por esta estrategia tecnotroyana se basa en un análisis que desglosaré brevemente en varios puntos:
- Internet y otras NTIC (telefonía celular, TDT, etc.) hacen posible que todas las decisións políticas sean tomadas directamente por los ciudadanos.
- Si esto no se permite, supone una usurpación antidemocrática de la soberanía popular que convierte a los gobernos, parlamentos y ayuntamientos actuales en antidemocráticos.
- La denominada “democracia participativa” es unha vía autolimitada que no se justifica y debe por tanto ser rechazada como un compromiso-trampa de mínimos fácilmente asimilable por el poder antidemocrático actual: ¿por qué limitarnos a “participar” y no decidir íntegramente toda acción legislativa y de gobierno?
- No necesitamos la intermediación de los partidos ya que Internet permite prescindir de dicha mediación como lo ha hecho en otros sectores de la vida social (económicos, culturales, etc.) ¿Por qué nos obligan a seguir con los mismos modelos políticos del siglo XVIII?
- El sistema representativo se puede volver directo simplemente con que se elijan representantes que trasmitan directamente la voluntad mayoritaria de los ciudadanos en cada cuestión sometida a votación en las institucións representativas, y que trasmitan también las iniciativas mayoritariamente propuestas desde la ciudadanía: un ayuntamiento o parlamento cuyos miembros fuesen de este tipo sería, en la práctica, una asamblea ciudadana permanente.
- La dicotomía reforma-revolución debe ser superada por medio de la implantación de una democracia directa de facto que no requeriría ninguna reforma legal: para disponer de una múltiple Iniciativa Legislativa Popular permanente basta con que haya electos que trasmitan esas propuestas en las instituciones.
- Bajo este sistema los partidos políticos deben asumir un nuevo rol limitándose a ser generadores de ideas y propuestas políticas para ser sometidas a la votación ciudadana, compartiendo este papel con el resto de organizaciones sociales. Gobierno y desarrollo de legislación serían ejecutados por funcionarios revocables bajo mandato y control directo ciudadano (“gobernar obedeciendo”).
- La fragmentada izquierda y todos los movimientos sociales tendrían una vía efectiva para su expresión política en un sistema de este tipo. No hace falta encontrar ese Santo Grial del programa común: basta con que aceptemos todos la primacía de los ciudadanos como creadores de un programa en permanente actualización.
Es lógico que surjan objeciones a este tipo de propuesta tan radicalmente diferente y al sistema de democracia directa electrónica que pretende implantar. Las más habituales cuando he planteado esto en foros virtuales o físicos, son de tipo técnico o metodológico, que considero fácilmente superables si hay voluntad política y contamos con la colaboración del tejido hacktivista. Por supuesto que no todo el mundo encontrará en Internet o los móviles su mejor vía de participación, pero podemos imaginar fácilmente métodos para combinar estas vías con otras “low-tech” (teléfono de voz, cabinas de votación, etc.). Los problemas de tipo cultural son de abordaje qui?as menos obvio pero no considero que deban llevarnos a rechazar esta vía: ahí están las experiencias de democracia mixta (DR+DD) en Suíza, Estados Unidos y otros entornos y momentos de la historia. La propia demostración del funcionamento del sistema desde el momento en que se consigan los primeiros electos directodemócratas será la mejor escuela de democracia para los ciudadanos, que descubrirán lo fácil y útil que es encargarse de las decisiones que les incumben. A partir de ahí ¿quién querría delegar en un representante de un partido tradicional? Por otro lado, quien opina que las sociedades actuales son demasiado complejas para ser gobernadas directamente por el pueblo confunde un problema pedagógico con un problema político. ¿Acaso los gobernantes que sufrimos hoy día son expertos técnicos en las materias sobre las que deciden? Así, el proceso de mutación de las institucións representativas en directas sería progresivo: una vez lograda la primera representate directodemócrata, la demostración de que es posible la democracia directa heriría de muerte la presunta representatividad de los partidos tradicionales, que hablan arrogantemente en nombre del pueblo pero sin siquiera consultarlo jamás. ¿Cómo podrían seguir haciéndolo si hay un voto directamente emitido por los ciudadanos que los contradice? Como última objeción, el factor de influencia mediática en la determinación del voto debe ser atendido en paralelo al desarrollo de esta estrategia tecnotroyana, buscando vías para la potenciación de los medios libres y exigiendo el control directo ciudadano de los medios de titularidad pública.
Todos sabemos que cualquier partido político de izquierda (nuevo o viejo, refundado o sin refundar) tropezará con obstáculos prácticamente insuperables si pretende combatir asumiendo los límites de la (pseudo)democracia representativa con el objetivo obsesivo de conseguir mayorías electorales, cuando no desvirtuará sus propios valores en la pugna por ampliar su electorado y alcanzar las míticas “masas críticas”. Y aun en el remoto caso de llegar al poder, sabemos que le saldrán al paso nuevos obstáculos infranqueables (poderes económico-mediáticos, organismos internacionales..) que harán una permanente labor de zapa deslegitimando su acción política. En última instancia será desalojado del gobierno mediante golpes más o menos encubiertos justificados en dicha deslegitimación. Cambiar radicalmente de estrategia puede rendir mejores frutos, más rápidamente y de una manera “blindada” contra las habituales deslegitimaciones: el partido renuncia a ser el actor político (convirtiéndose en anti-partido, la “no parte”), que pasa a ser directamente el pueblo. Esto haría que los contrapoderes de derecha tuviesen mucho más difícil (aunque no imposible) atacar la voluntad expresa del pueblo. ¿Seremos capaces de renunciar al protagonismo político y ofrecer la devolución de su soberanía al pueblo, o seguiremos luchando con las mismas reglas obsoletas del juego que nos marcan los poderes antidemocráticos?