Por lo visto hay algún que otro político que comienza a captar la dirección y el fondo del movimiento revolucionario que está germinando en el Reino de España. ¡Perdón! debo decir mejor un ex-político. ¿Es casual que haya sido desde fuera de la disciplina partidista tradicional, con la libertad del retirado, que Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el ex-barón extremeño del PSOE, se haya atrevido a apuntar a las posibilidades para la construcción de la democracia que ofrecen las Nuevas Tecnologías? Yo creo que no. El que fuera premiado en 2010 por la Asociación de Usuarios de Internet por su apoyo al software libre, ha apuntado en un artículo aparecido en El País una de las claves para el futuro del movimiento nacido el 15 de mayo en España: el uso de Internet para la decisión permanente ciudadana, algo que venimos defendiendo desde hace años en D3 y que hemos vinculado expresa y repetidamente con la #spanishrevolution en ciernes. Reproducimos a continuación algunos de los puntos más reveladores de su artículo:
Aunque alguien lance un mensaje por cualquiera de las redes sociales, y solamente tenga 100 seguidores, es posible que cada uno de esos 100 tenga 200 o 300 que sienten, piensan y desean las mismas cosas. Y ese fenómeno produce un efecto exponencial que trae como consecuencia que ya no se necesiten intermediarios para realizar una manifestación más o menos multitudinaria. Ya, con la Red, no hay un intermediario, sea este un partido, un sindicato o una organización del tipo que sea. Ahora lo que tenemos son miles de intermediarios que se autoconvocan gracias a la libertad que existe en Internet y gracias a que la Red sigue siendo libre, cosa que, por cierto, es una de las claves que ayudan a comprender el motivo inicial de las protestas.
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No parece alejado de la realidad decir que ciudadanos indignados, más tecnologías del siglo XXI, es igual a un cóctel explosivo que no tiene por qué estallar si quienes se dedican a la política, y sobre todo a la política desde una concepción de izquierdas, son capaces de conectar con esos jóvenes para establecer con ellos y con el resto de la sociedad una relación política propia del siglo en el que estamos. El esquema tradicional de: tú me votas cada cuatro años y nadie te vuelve a pedir opinión hasta las elecciones siguientes ya no sirve para hacer una nueva política, porque en la era de Internet, donde todo es inmediatez y velocidad, cuatro años es una eternidad.
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Como consecuencia del cambio social que se está produciendo en el mundo desde que apareció Internet, resulta obligatorio hacer el ejercicio de reinventarnos para adaptarnos. Nos estamos adaptando como ciudadanos y como trabajadores; desde el concepto de privacidad que ha cambiado con la aparición de la telefonía móvil, pasando por el concepto de identidad, tiempo, fronteras, distancia, comunicación, periodismo, etcétera, todo ha cambiado. Si a quien trabajaba en actividades económicas que hoy aparecen como obsoletas le decimos que tiene la obligación de reinventarse, no se entiende que los partidos políticos, la forma de gobernar y la propia democracia no se reinventen en la misma medida que se les exige a los demás. Un cirujano de principios del siglo XX tendría muy difícil reconocer un quirófano del siglo XXI, pero un político de principios del XX reconocería fácilmente una campaña electoral de 2011, por la sencilla razón de que poco o nada ha cambiado respecto a las campañas que él hacía hace 100 años.
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Los componentes de la nueva sociedad ya no quieren participar en política cada cuatro años, porque lo que han aprendido con la Red es que, ahora, pueden hacerlo instantánea e inmediatamente.
Es increíble que justo en el momento que se jubilan les dan estos ataques de lucidez. Esto sólo demuestra la ineficacia de los partidos políticos, que con su entramado oligárquico silencia a los miembros de los mismos (hasta en personas de tanta importancia como es este caso).
Sí, claro. Este ahora va de guay. No me extrañaría que algún otro guay de la otra cara de la moneda del PPSOE (Gallardón??) se nos descuelgue con algún otro guiño cibernético-participativo. Es la estrategia del poder de siempre: cuando temen tener que darlo todo te dan una palmadita en la espalda y te dicen: «oye, si te comprendo, creo que tenéis razón, pero mira, vamos a hacerlo poquito a poco». Así que nada de democracia directa, vamos a lo participativo, que es lo que están pidiendo las acampadas, no? Vamos a la reforma de la ley electoral, claro que sí, lo que vds. quieran… Vamos a cambiarlo todo para que nada cambie.
Ya nos sabemos el cuento.