¿Derecho a decidir?

La manifestación en Barcelona por el derecho a decidir «en las infraestructuras» secundado por CIU, ICV y ERC deja una especie de efecto espejo bien curioso donde los partidos políticos han quedado reflejados en su pose más cínica. Alguno ha sido durante décadas y otros son en la actualidad los gestores máximos de lo público no sólo en Catalunya sino incluso a lo largo de España gracias a la necesidad gubernamental de sus votos en el Congreso. Entre ellos han tejido un décalogo dialéctico de responsabilidad ante el elector: el mero hecho de estar en la oposición, parece convertir en irresponsable al partido que anteriormente ocupó la presidencia; quien ocupa la presidencia encuentra responsabilidades bien en el anterior gobernante o en el recurrido diablo centralista.


Una vez que el desaguisado gestionario se ha hecho evidente, los propios partidos se suman a la protesta para, a continuación, ofrecerse como remediadores. Nadie pondría a un pirómano al frente de un retén de incendios. Sin embargo, eso es loq eue tenemos en nuestra democracia. Pero bien no podría ser así si existieran mecanismos de control que concretarían qué es responsabilidad de quién o bien qué gastó qué en qué cuestiones públicas. Es decir, urge un control social de los gesores sociales. Así de sencillo, pero al mismo tiempo así de democrático.

Gozamos, a veces de risa con lo serio que es, de un control social de la justicia a través de los partidos que son elegidos por el pueblo gracias, en este caso al CGPJ. El principio de tal control es que la soberanía reside en el pueblo y que ninguna parte del poder separado debe escapar a un control social. Pues bien, ha llegado el momento de controlar al poder legislativo en su globalidad y a los partidos políticos en su individualidad. Porque el deber democrático supone para ellos una rémora inaceptable para su existencia.

La manifestación en Barcelona por un derecho a decidir en las infraestructuras es un claro ejemplo. al margen de maniobras para desviar un descontento de gestión hacia el argumento de: «con un poder autónomo en nuestras manos, esto no hubiera ocurrido». Es precisamente porque estuvo en sus manos que ocurrió.

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