En su presentación, el recién nacido Unión Progreso y Democracia, avanzó apenas una o dos ideas interesantes, que ya de antaño vienen siendo necesarias, aunque al oportunismo también haya que darle la bienvenida por aquello de que más vale tarde que nunca. El quid de la cuestión está en que el bipartidismo sobre el que pivota la democracia española está vaciando de contenido a la democracia misma, imposibilitando el derecho esencial de participación ciudadana sobre el que en realidad debiera pivotar el ejercicio democrático. Ahí es donde el recién creado partido de Unión Progreso y Democracia poco aportan.
La idea principal, y que viene a corroborar propuestas antaño desdeñadas por alguno de sus ahora defensores, es la necesaria reforma constitucional para «corregir la desproporcionada representación de los grandes partidos revisando el sistema de circunscripciones electorales».
En efecto, este es uno de los escollos en los que la democracia se haya encallada en favor de un bipartidismo que repite ad nauseam su tigera bicéfala en la lucha bipolar del poder. La cuestión está, como explica Alberto Horcajo en «Participación y Democracia Directa en España: alcance y limitaciones de la normativa básica vigente» en el desarrollo constitucional del artículo 9.2 que facilita la prticipación de todos en la vida política, además del 23.1, donde se explicita que los ciudadanos «tienen el derecho a participar en los asuntos públicos directa o por medio de representantes».
El quid de la cuestión está en que el bipartidismo sobre el que pivota la democracia española está vaciando de contenido a la democracia misma, imposibilitando el derecho esencial de participación ciudadana sobre el que en realidad debiera pivotar el ejercicio democrático. Ahí es donde el recién creado partido de Unión Progreso y Democracia poco aportan.