La casi totalidad de los análisis que se publican sobre las elecciones -sobre todas las elecciones- se centran en los resultados que se deducen de los votos emitidos. Pero vale la pena detenerse a considerar la otra cara de la moneda: la abstención, que a veces ilustra sobre la realidad tanto como los propios votos. Vayamos a ello.
Artículo de Javier Ortiz editado en el bimensual Diagonal. Reproducido según licencia Creative Commons del periódico.
La abstención que se registró en las elecciones de marzo de 2004 fue del 24%. En las del pasado 27-M, del 36%. Eso quiere decir que ha habido más de cuatro millones de electores que votaron hace tres años y que no lo han hecho ahora. Ya sé que unas elecciones municipales y (parcialmente) autonómicas no son lo mismo que unas elecciones generales. También hay que contar con que se ha producido de entonces a aquí una cierta variación del censo electoral. Pero cabe comparar, pese a esas diferencias, la disposición ciudadana a la participación electoral en uno y otro caso.
También parece lícito prestar atención a otro dato: el descenso en la participación el 27-M ha afectado casi el doble al PSOE que al PP. El foco principal de la abstención ha estado en esta ocasión en Madrid. Hemos sido muchos los observadores políticos que hemos señalado durante la campaña la llamativa diferencia que se apreciaba en el grado de interés y movilización que demostraban los seguidores del PSOE y los del PP.
No hablo sólo de las bases militantes -que también-, sino de los sectores sociales de influencia del uno y el otro. Eso cabe atribuirlo, como se está haciendo, a la falta de ‘gancho’ del tándem propuesto por los socialistas, pero yo no desdeñaría, ni mucho menos, la fuerza desmovilizadora que ha tenido la propia política del Gobierno de Zapatero, incapaz desde hace tiempo de tener iniciativas ilusionantes para la gente que se siente de izquierda (¡qué gran idea echar una mano a Mohamed VI contra el Sáhara a cuatro días de las elecciones!) y a la defensiva en la mayor parte de los tópicos de agitación constante del PP. Pero la abulia electoral de la gente hostil al PP no ha sido un fenómeno específicamente madrileño.
En Cataluña ha sido también muy fuerte (46,2%) y, en el caso de la ciudad de Barcelona (50,6%), directamente escandalosa. Los tres socios del tripartito se han visto castigados por la desafección de una parte de sus propias bases, hastiada de su politiquería. Sólo se han salvado de ello las poblaciones en las que las cuestiones específicamente locales estimulaban el voto.
En la Comunidad Autónoma Vasca la participación también ha sido comparativamente baja. Ahí se ha notado el escaso entusiasmo de una parte de la base social del PNV. ¿A qué atribuir el desánimo de esa parte de la base del nacionalismo tradicional? En mi criterio, a la triste imagen que ofrece el partido, con una nueva dirección que “no da caña”, como no sea a quienes se le oponen dentro del propio partido, y a la ruptura de la coalición con EA (que se ha dado un batacazo de los que hacen época). En cambio, la nueva coalición Ezker Batua-Aralar ha aguantado el tirón, pese a la potente irrupción de ANV, en sintonía con la ilegalizada Batasuna. En Navarra la abstención tampoco ha sido importante. La presentación de una alternativa ‘creíble’ al poder asfixiante de la derecha ha tenido mucho que ver con ello, sin duda alguna.
En realidad, Navarra sirve de buen ejemplo de las dos condiciones que parecen ser necesarias para reducir la abstención, incluso a escala municipal, en detrimento de la derecha. De un lado, se requiere que la derecha ofrezca su cara más intolerante, cerrada y mangonera, insufrible para los sectores de la población menos fanatizados. Del otro, hace falta que, enfrente, se sitúe un conjunto de fuerzas, representativas de la gran mayoría de quienes se oponen a esa casta, que sea capaz de enarbolar un proyecto capaz de ilusionar.
Con proyectos deslavazados y romos, como el de Madrid -y como el del País Valenciano-, no se va a ningún sitio. Es decir: todo sigue igual, si es que no va a peor.
Re: A vueltas con la abstención
No extrae demasiadas conclusiones Javier Ortiz de la abstención, sino que se centra más bien en la dirección de los votos depositados en las elecciones. Su análisis concluye que a causa de la falta de ofertas positivas de los diferentes partidos, la abstención es su más contundente consecuencia.
Yo hubiera reflexionado sobre una conclusión que Ortiz extrae pero, sorprendentemente, a la que no concede una reflexión en mi opinión más merecida que al crítica a la falta de proposiciones positivas de los partidos: ha habido más de cuatro millones de electores que votaron hace tres años y que no lo han hecho ahora. En mi opinión se trata de cuatro millones de noes a los partidos como tales. Porque Ortiz obvia que la madurez democrática de la sociedad conlleva obligatoriamenete el hastío a las cada cuatro años repetidas promesas democráticas siempre incumplidas por parte de los partidos.