Ayer tuvimos ocasión de comprobar una vez más para qué somos soberanos, para qué se nos consulta, para qué se usa sin complejos la tecnología… para decidir el nombre que se dará a dos ositos navarros. En otra ocasión será para decidir al ganador de Operación Triunfo, al de Eurovisión o para decidir a quién le dona el riñón una enferma terminal cuando muera. Es decir, todo lo que sea ñoño e inocuo, o bien morboso, hipnomediático y apolitíco. Todo menos las decisiones políticas que afectan a nuestras propias vidas.
Nos demuestran que la tecnología (móviles, SMS, Internet…) sirve para tomar decisiones…. pero ¡qué decisiones! Y podemos apostar a que los niveles de participación en esos referenda digitales no tienen nada que envidiar a los que hoy día disfrutan las mitificadas (o mixtificadas) citas electorales cuatrianuales.
¿Por qué no usan el mismo método para preguntarnos si aprobamos el nuevo Canon Digital? ¿O la instalación de la nueva Central Térmica de turno? ¿O la introducción de transgénicos? ¿O un acuerdo de cooperación con un país que no respeta los Derechos Humanos? ¿O..?
Pero no, sólo somos soberanos para las tonterías: para bautizar oseznos y para elevar a la cumbre de la futilidad a un cantante.
¿Cuándo se usarán este tipo de votaciones para hacer partícipes de la determinación de la política municipal, autonómica, estatal..? Lógicamente nunca, mientras los partidos estén al mando. Sólo una opción no-partidista, abierta por definición a todas las opciones, como D3 lo podrá convertir en una realidad. La forma de hacerlo nos han demostrado que está ahí: sólo hay que usarla para cosas más importantes que los ositos y los concursos de la TV.