¿»Cambios en la democracia»? ¿Cómo dice, joven?

¿»Cambios en la democracia»? ¿Cómo dice, joven?

Se palpa en el ambiente, tanto en los medios, como en la calle. El malestar es evidente y se simplifica en la frase: “no nos representan”, que se escucha en tantas plazas por toda España.

Este malestar da lugar a que todos los ciudadanos nos preguntemos si es posible una alternativa a este sistema político. Si es posible un nuevo modelo con mayor democracia. Algunos ven en el bipartidismo el germen de todos los males, pero la mayoría sabe que lograr mayor variedad de partidos en el poder es cambiar las cosas para dejarlas igual. En esta interrogativa que están sumergidos los ciudadanos, crecen voces que se asemejan a los postulados que desde D3 defendemos; una democracia directa facilitada por internet.

Podemos esperar que el gran ejemplo de asamblearismo ejercido en las acampadas y la puesta en práctica de una democracia directa entre los indignados puede ser el inicio de la caída de la democracia representativa, tal y como la conocemos.

Las cosas pintan bien cuando observamos que diversos políticos y periodistas sostenían que nuestro sistema político es una “DEMOCRACIA” (sí, en mayúsculas); mejor dicho es LA DEMOCRACIA. ¿Democracia representativa? ¡No! Con el carácter autoritario que nos tienen acostumbrados los portavoces de la verdad, defendían que no le gusta que se les ponga apelativos, ni se adjetivara a este sistema político. Los apellidos son para regímenes fascistas/comunistas, argumentaban. Es decir, este sistema político (qué paradoja) es indiscutible e irrebatible, para ellos este es el sistema perfecto que ha alcanzado el ser humano. Por lo tanto, nada de Democracia Real ni de pedir mayor democracia: democracia es votar cada cuatro años. Y es que, para la clase dirigente y sus secuaces, esta partitocracia dictatorial (que es el gran mal para los de abajo) es para ellos la utopía hecha realidad.

Ante estas manifestaciones dictatoriales sólo podemos alegrarnos, reírnos y disfrutar, porque esto nos enseña que cuando el pueblo sale a la calle y se pregunta cómo tomar el poder, el nerviosismo de los dirigentes se hace presente.

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