En la reciente Cumbre de Copenhague sobre el cambio climático el presidente de Bolivia, Evo Morales, lanzó una provocativa propuesta para salvar el planeta: la celebración de un referéndum mundial.
Como partidario de la auténtica democracia no puedo estar más de acuerdo, y de hecho esa idea de puentear a los inútiles políticos (inútiles literalmente, porque no sirven para lo que fueron supuestamente elegidos; otros lo llamarán más sutilmente «crisis de liderazgo político») está en la base de lo que propone D3.
Lógicamente este sistema que ya es oligárquico a niveles locales, y mucho más a nivel internacional, donde un puñado de personas que dicen representar a un puñado de potencias deciden el curso del mundo y de la Humanidad, no va a aceptar un atisbo de recuperación democrática de la soberanía de los pueblos, no vaya a ser que la gente se dé cuenta de que realmente sus representantes no sirven para representarlos, y que representan únicamente a un sistema que beneficia a unos pocos a costa de la casa común y de la inmensa mayoría desposeída de libertad y autonomía.
¡Autodeterminémos en cuanto al cambio climático, por supuesto! Pero también todos los días y a todos los niveles, poniendo en marcha mecanismos que ya están disponibles (Internet, telefonía móvil, cajeros telemáticos, etc. etc.), ampliándolos para que todo el mundo pueda tener 1 ó más medios para dar a conocer no su opinión, no para participar (democracia participativa) sino para realmente decidir el futuro del mundo que herederán sus hijos.
Por otra parte la otra autodeterminación diaria ya la tenemos a nuestro alcance, al menos esa parte del mundo responsable en mayor grado de la deriva hacia la catásfrofe planetaria: los consumidores del mundo rico. Y esa autodeterminación pasa por elegir lo que compramos. Retirando nuestro dinero (poder mayor que el del voto hoy día) de aquellas empresas que más contribuyen a la destrucción social y ecológica del mundo, estaremos llevando a cabo nuestro particular o poderoso referéndum mundial.