Estamos asistiendo a la pugna partidista, ese teatro para las masas, ese macro-espectáculo derrochador, mediante el cual nos intentan vender unos supuestos programas electorales, que es lo que vamos a «comprar» para 4 años, sin posibilidad de devolución ni defensa posible como consumidores.
Pero lo que está mal organizado es en sí este mercadillo electoral en el que como verduleras nos chillan por medio de sus ridículos e ubicuos carteles, contaminantes de la paz visual de nuestras mentes, se insultan unos a otros y nos prometen el oro («400 euros para cada español, señores!!! ¿Quién da más?») y el moro («¡Hay que acabar con la inmigración!»).
El problema en el fondo es que ningún programa electoral satisface a todos los ciudadanos, y de hecho pocos pueden compartir al 100% un programa de un partido y rechazar el 100% de los otros. Si pudiéramos elegir, es seguro que aprobaríamos mayoritariamente algunas propuestas sueltas del PSOE, otras del PP, otras más de IU, etc. etc. incluso muchas de partidos pequeños o de organizaciones sociales (sindicatos, organizaciones de consumidores, asociaciones de vecinos, plataformas por una vivienda digna, etc.). Y esto sólo será posible si en lugar de la opción única, limitada y cerrada de los partidos, puidéramos votar las ideas. Ni caras, ni siglas: ideas. Y tendrá que implantarse un sistema de Democracia Directa para que esto sea posible y tengamos aunténtica libertad de elección, auténtica soberanía.